Más de una vez he querido gritar "Ayuda! mi bebé no duerme!". Los días eran eternos, nos la pasábamos las dos cansadas: ella por no dormir, y yo por no poder hacer nada más que tenerla en brazos y acunarla, esperando que en algún momento ceda ante el sueño y descanse verdaderamente (y por supuesto, también por no dormir yo).
Mientras menos ella dormía, peor era su humor, y más grandes mis ganas de salir corriendo, buscar una madre sustituta, saltar por la ventana, comprar una máquina del tiempo y volver a las épocas del embarazo, gritar a su padre por poder salir y hacer un millón de cosas mientras yo solamente la tenía en brazos... en fin, creo que captan la idea.
En algún momento de todo ese proceso de varios meses en el que mi bebé no podía dormir, algo pasó y quedamos dormidas las dos, agotadas, rendidas y abrazadas en la cama grande. Y juntas dormimos una siesta completa de dos horas.
Luego me di cuenta que el problema era yo! porque cada vez que mi beba se quedaba dormida en mis brazos, yo la intentaba acostar en su cuna y con suma urgencia empezaba a hacer todo lo que tenía pendiente. No advertía que ella en esa situación se sentía sola, y entonces, aunque estaba muy cansada, la sensación de soledad era más fuerte, tan fuerte que la hacía despertar llorando a los pocos minutos de haberse dormido.
Al día siguiente puse a prueba mi teoría, y en vez de acostarla sola en su cuna cuando logró quedarse dormida en mis brazos, la acosté a mi lado y dormí yo con ella. Pasó alrededor de una media hora, cuando comenzó a quejarse y moverse, y, todavía sin abrir sus ojitos, extendió su mano hacia mí, sonrió al sentirme cerca y continuó con su sueño profundo.
Sinceramente ver esa sonrisa y las muchas que me dedicaba al despertar junto a mi, logró cambiar mi forma de ver las cosas. Antes creía que yo no podía hacer nada por culpa de mi bebé, ahora había comprendido que mi bebé no podía dormir por mi culpa.
A esto me refería en otro post: "10 cosas de las que debemos ser conscientes las mamás", sobre todo cuando digo que el mundo no se ve igual desde sus pequeños zapatos. Ese día me atreví a mirar el mundo desde su situación, a sentir sus necesidades de contención y cuidado, a satisfacer su necesidad de tener un sueño velado, amparado por su mamá. Comprendí que ese pequeñito ser humano había salido del lugar más seguro, sereno y pleno del mundo (el vientre materno) tan solo unos pocos meses atrás, y ahora todo era una amenaza para ella, cualquier ruido, o incluso el silencio, la oscuridad, e incluso la luz, porque después de haberla abrazado con todo mi ser durante 9 meses, ahora pretendía que se quede sola, sin comprender que al dormir es cuando el bebé más vulnerable se siente, y más cuidado necesita. Como dice Laura Gutman: "La noche es larga y oscura, y ningún niño debería atravesarla estando solo..."
Y paradójicamente (esto de la maternidad tiene muchas paradojas) encontré que ceder a sus necesidades en supuesto detrimento de las mías, no hacía más que beneficiarnos a todos. Porque si el bebé no duerme, nadie duerme; si el bebé no duerme, sufre, llora y se queja; si el bebé no duerme la mamá no puede hacer nada más que atenderlo y tratar de calmarlo infructuosamente, si el bebé no duerme la mamá se frustra, y si la mamá se frustra el papá no encuentra un panorama muy divertido cuando llega a casa (para otro post quedan las situaciones que pueden generarse entre una mamá frustrada y un papá que no entiende nada).
Al dormir ese par de horas con mi hija, descubrí que las tardes eran más frescas y divertidas, que ambas nos despertábamos de mejor humor, que al haber dormido bien ella era capaz de pasar más tiempo entretenida jugando y sonriendo.
Y después de todo, a quién no le gusta dormir una siesta? aprovechemos esta etapa de maternidad reciente para darnos esos pequeños lujos de la vida.
Felices sueños y Buen Descanso!
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