Muchas veces escuché mamás, papás, tí@s y hasta abuel@s decir cosas como "tomá, hacéte cargo vos, yo no tengo paciencia". Y debo hacer una gran confesión: yo era una de esas personas.
A pesar de mis inmensos deseos de ser madre, siempre dije que los chicos no me gustaban y que yo no tenía paciencia. Imaginaba, en mi tierna fantasía de "no-madre" que lo que los chicos naturalmente hacían (pedir cosas, gritar, llorar, interrumpir conversaciones, querer jugar mientras uno tiene que hacer algo importante, etc.) eran cosas que hacían los hijos de los demás, y que el día que me tocara a mí tener un hijo, mi hijo sería diferente, sería "educado", serio, maduro, casi casi como un adulto pero en tamaño pequeño.
Sí, ya se, hoy pienso que era una loca desquiciada, que lo que quería no era un hijo sino una especie de extraterrestre y que mi "no-maternidad" me tenía ciega, con los ojos vendados, viviendo en un termo y además de todo... repleta de egoísmo. Pero alguien puede culparme? Nadie que viva para sí mismo, nadie que haya luchado tanto en su vida por conseguir su independencia, nadie que haya logrado superar con éxito las limitaciones de la adolescencia para gritar a los cuatro vientos "soy grande! soy libre!" se imagina que esa dependencia volvería alguna vez, que alguna vez deberíamos volver a vivir conforme a las reglas de otra persona, y mucho menos de alguien tan pequeñito!
En fin, la maternidad llegó... y con ella, las sorpresas. Me costó mucho comprender que lo que antes me parecía anormal o incorrecto en el comportamiento de los demás niños, frecuentemente se presentaba también en el comportamiento de mi propia hija. Y esa mujercita que yo era (la "no-mamá") frecuentemente asomaba con su "no-paciencia" y sentía deseos de salir corriendo para nunca más volver y la fantasía constante de que aparecía algún ángel disfrazado de humano y me decía "tomáte el día, yo me encargo".
Pero la realidad es que somos mamás las 24 horas del día, los 7 días de la semana y los 12 meses del año. Es una tarea agotadora y la paciencia es puesta a prueba muchas veces. Recuerdo haber sentido que no estaba a la altura, que no podía hacerlo, que era demasiado difícil. También me pregunté si no sería esperable que, junto a esta nueva responsabilidad, deba venir, como en un combo, la paciencia y la energía extra que se necesita para afrontarla. Creo que antes de ser mamá pensaba que la metamorfosis era algo natural, que de repente nos convertíamos en madres y nos volvíamos más maduras, sabias, pacientes y santas. Pero no...
Entonces llegué a la conclusión de que mis opciones eran:
1.- Convertirme en enemiga de mi hija, luchar eternamente contra la corriente, renegar y rebelarme contra cada una de sus demandas, frustrarme, enojarme, resentirme...
2.- Madurar y ser mamá.
Mis secretos para la paciencia:
Evidentemente la segunda es la opción correcta y es la que decidí tomar. Pero hacerlo requiere un cierto trabajo interior para incrementar nuestros propios índices internos de paciencia, que puedo resumir de la siguiente forma:
1.- Información. Conocer todo lo posible sobre cada una de las etapas de desarrollo que atraviesa nuestro bebé, para saber si lo que hace, lo que pide, la forma en que se comporta están dentro de lo esperable y de lo que se considera normal. Conocer, informarnos, estudiar, pero no solo sobre lo biológico, sino también sobre lo psicológico y lo emocional. Saber qué es lo normal y lo esperable nos predispone a afrontarlo con mejor actitud.
2.- Asumir. Asumir que lo que pasa es lo que tiene que pasar, que por mucho que nos cueste, no va a cambiar, porque es lo que normalmente debe pasar, y que lo único que podemos cambiar es a nosotras mismas, a nuestra actitud hacia esa situación y la forma en que la vamos a manejar. Ciertamente no es lo mismo desesperarse y llorar ante el llanto angustioso y constante de nuestro bebé, que asumir que el llanto es normal y esperable y que haremos lo único que podemos hacer que es contenerlo, abrazarlo, acunarlo, amamantarlo y esperar que pase.
3.- Establecer prioridades. Es común desesperarse y frustrarse cuando nuestro bebé demanda todo nuestro tiempo, mientras que en nuestra cabeza se siguen formando pilas y pilas de tareas pendientes; es normal que la paciencia desaparezca porque cuando apenas comenzamos a hacer algo, nuestro bebé que se despierte luego de una siesta de apenas 15 minutos... Qué hacemos entonces? Priorizar. Dar a cada cosa la importancia que realmente tiene, porque aunque es muy estresante vivir postergando, muchas de esas cosas pendientes en realidad no son tan importantes.
4.- Comprender que es solo una etapa. Es fácil caer en la desesperación cuando el panorama pinta para largo, cuando esta historia de llantos y berrinches parece ser eterna. Sin embargo no lo es, es solo una etapa y terminará cuando menos nos demos cuenta. Y cuando termine pensaremos que realmente no era para tanto, que podríamos haber aguantado un poquito más, sobre todo porque junto con esos llantos, esos berrinches y esas demandas exageradas de nuestro hijo, se habrán ido también millones de momentos especiales en su crecimiento. Y los habremos perdido por estar sufriendo con las dificultades, en vez de disfrutar.
5.- Sin paciencia no hay disfrute. No podemos disfrutar de cada momento del desarrollo de nuestro hijo si no tenemos paciencia. No podemos disfrutar de darle un baño, de jugar con ellos, de sus pequeños pasitos que nos hacen tardar una hora en recorrer cada cuadra, de sus paseos en la calesita y de sus comidas caóticas si estamos pensando en todo lo que tenemos que hacer y en el poco tiempo que tenemos. Vivir el presente, el momento exacto de cada una de las actividades que compartimos con nuestro hijo, de cada cosa que hacemos por ellos, de cada juego, cada sonrisa, cada mirada... vivirlo al cien por ciento, sin reservas, nos ayudará a ser más pacientes, y esa paciencia nos permitirá disfrutarlos más. Es un sistema que se retroalimenta constantemente.
Y en algún momento nos daremos cuenta que todo fluye, que todo sale más natural, que todo cuesta menos. Porque si algo descubrí de la paciencia es que, al menos para mí, no fue natural, que la tuve que generar y trabajar; pero una vez que surgió, fue tan placentera la nueva forma de vivir el día a día, que comenzó a crecer y manifestarse sin necesidad de que la fuerce.
6.- Pedir ayuda. No importa cuán pacientes lleguemos a ser, seguro llegará un momento en el que no podamos más. Intentemos no llegar al momento de crisis y pidamos ayuda antes. A veces el solo hecho de hacer una caminata, darme un baño relajado o quedarme en cama un rato más, mientras Dante se encarga de levantar a Vicky es suficiente para recargar pilas y comenzar otra vez el ciclo.
Qué te parecieron estos consejos para aumentar la paciencia? En tu caso la paciencia surgió naturalmente o tuviste que trabajar para conseguir ser más paciente? Tienes consejos o tips para ser más paciente?
Me encantó. Muy identificada!!! Yo tenía una visión muy estrecha también. Cómo abrazo que nos cambie la vida ser madres! Me gustaron tus consejos.
ResponderBorrarEscribí sobre cosas similares acá http://blogs.infobae.com/ser-madres/2014/07/28/sermadres-nos-cambia-la-vida/ y acá http://blogs.infobae.com/ser-madres/2014/08/05/10-consejos-mas-o-menos-utiles-para-toda-madre/ <3
Muy buena entrada! Que seria de nosotras sin esa paciencia de la que habla. Yo he criado kilos y kilos de ella!
ResponderBorrarAl salir del hospital deberían de darnos (aunque sea simbólico) un kit para la estadía en casa con el bebé donde incluya: energía para las desveladas, creatividad para adivinar su lenguaje, un check list de todo lo que podemos dejar a un lado sin culpas, y claro paciencia para todo lo que has descrito. Bueno me encantó (como siempre tu entrada). Y como sabes soy tu fan desde hace un buen tiempo y no podía dejar a un lado tu aportación en el evento virtual, te comento que ya subí el post con tu entrevista para que lo cheques en el blog del evento o en la fanpage de facebook. ¡Saludos y espero que para el próximo evento si podamos coincidir en una entrevista! http://maternidad-natural.blogspot.mx/2014/08/dia-7-charlando-y-lactando-monica.html
ResponderBorrarMuy acertados tus consejos, al final son etapas que van pasando, y en la mayoría de los casos son comportamientos esperables según la edad de nuestro pequeño(a).
ResponderBorrarMi paciencia fue aflorando poco a poco cuando me converti en madre, y lo que siempre trato de recordar es que ellos no lo hacen por jodernos, sino que son sus necesidades manifestadas de la forma que pueden en cada etapa.
Besos, muy buen post!!
Cierto, hace falta mucha paciencia. Es la única vía. Sé que posts como éste pretenden acompañar y confortar a madres que se enfrentan a la cruda realidad, frente a nuestras idealizaciones pre-maternidad de niños "bien educados". Totalmente identificada, por cierto, con la frase el "día que me tocara a mí tener un hijo, mi hijo sería diferente, sería "educado", serio, maduro, ..." Sin embargo, a mí posts como éste no me terminan de confortar, más bien me provocan desasosiego y angustia. Sé que no es para nada la intención, y, aún más, sé que el problema está en mi ser y mi capacidad como madre, pero quiero explicar esa sensación aquí por si alguien llega a sentirse identificada y, de paso, un poco menos sola. El caso es que yo no tengo paciencia. Ésa es mi cruda realidad. Lo intento cada día, pero a veces más pronto, a veces más tarde, acabo siguiendo la opción 1: soy enemiga, me rebelo, me frustro, lloro... Soy madre de dos niños, el mayor de tres, el menor de 15 meses. Y no encuentro consuelo porque mire donde mire lo que yo hago, lo que soy capaz de hacer, está mal. Simplemente no puedo ser mejor persona y madre. Me puede el cansancio, la monotonía, el no tener un minuto de espacio, o que éste sea a costa de un gran desorden, algo roto, otra pelea, más llantos... Y ahí es donde me encuentro con dos muros: el de las personas que piensan que no pasa nada, que me tome mi espacio y mi tiempo, que los deje al cuidado de otros, que lloren...y el de las personas que parecen tener infinita paciencia, para las que todo está bien, son cosas de niños, son etapas que puedes mirar con perspectiva y que consiguen disfrutar de la maternidad como a mí me gustaría hacerlo. Desgraciadamente yo no lo consigo, y me siento infinítamente culpable por ello. Y he pedido ayuda, pero a mi alrededor, como en la blogosfera, me encuentro indefectiblemente con las dos facciones. Hay, además, algo que me falta en la literatura y en las charlas: no todos los niños son iguales. Y a lo que me refiero es: hay niños muchísimo más demandantes que otros, muchísimo más activos, más nerviosos, cuya naturaleza es más rebelde y les hace cuestionarse casi todo, cuyas tendencias son peligrosas para sí mismos y requieren vigilancia permanente. Hay muchos gradientes, también en las horas de sueño. Pero una hora menos de sueño al día durante años hace una gran diferencia. Hay madres que tienen más suerte que otras, que lo tienen un poco menos difícil. Creo que es una realidad que no debería ser tabú. Porque para las madres que lo tienen más difícil se hace todo todavía más cuesta arriba si piensan que, en las mismas condiciones que las demás, ellas son menos capaces, llegan a menos, se frustran más, y pierden antes la paciencia.
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