Querido Quien Seas:
Aquí estoy, en el silencio de la casa. Me pregunto en qué momento mi bebé dejó de ser una bebé, en qué momento empecé a tener este tiempo libre, en qué momento estableció sus rutinas, sus horarios... en qué momento dejamos de ser una sola, una misma.
Te juro que muchas veces me desconozco. La sensación no es tan contundente como la primera vez que dejé de reconocerme. Aquélla vez había mutado tanto mi cuerpo que el espejo me devolvía la imagen de una desconocida. Mi mente no me pertenecía. Ni mis risas, ni mis lágrimas, ni mis planes, ni mi vida... La mujer que yo era había desaparecido y me había dejado un combo, una multitud, un saco de hormonas, un hogar y una familia. Lo quería? Sí! lo quería todo, y lo quería con mi vida, pero no sabía cómo hacer para sacar todo adelante. No tenía tiempo para lavarme los dientes, ni para peinarme. Si quería ducharme, debía pedir permiso y audiencia, esperar que él llegara y se hiciera cargo de un bebé que no dejaba de demandar... de demandarme. Había ganado todo... había perdido todo lo que había tenido antes.
En aquéllos momentos de presión y aprendizaje, de miedos y culpas, de dudas... en aquéllos momentos todo parecía derrumbarse, me derrumbaba yo, desaparecía en el aire. Por eso, para evitar perderme en la masa de prejuicios y de culpas sociales, decidí dejar de existir y ser una con su sueño, con sus risas y sus llantos...
La sorpresa es la de hoy, este insomnio, esta noche trasnochada, este tiempo extra, este espacio propio, esta "yo misma" que emerge del olvido olvidado, la que ya había resignado su pasado, la que había dejado de "querer hacer" y había empezado a agradecer.
La infancia es una etapa... No se quién seas, pero si sos mujer, esposa o madre: no dejes de vivir esa etapa, porque en algún momento acaba, y te deja sola en la noche... "insomniada".
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