Este post es para mí como una pequeña palmadita en la espalda, para decirme "vamos bien, seguí".
Antes que naciera mi hija pensaba como piensan la mayoría de las personas que todavía no tuvieron hijos, mi única guía eran las pequeñas conversaciones que tenía en la calle, con amig@s y conocid@s, mientras hacía mi vida. Me guiaba, para mi futura maternidad, de los prejuicios anti-mala-crianza, que hablaban de no malcriar al niño, pero sin profundizar en los conceptos: ¿qué es malcriar?
Luego nació Vicolina y mi instinto habló, silenciando los fantasmas de esos prejuicios. Me hice defensora del apego, el colecho, la crianza respetuosa y más. Lo que mi instinto no pudo silenciar fue los comentarios de esas personas que pensaban diferente. Y entonces intentaba neutralizarlos usando referencias como "Pero Carlos González dice... Laura Gutman dice... John Bowlby dice..." y así hasta el infinito, reforzando mi modo de criarla con la doctrina de algún especialista que lo apoye.
Pero, al final del día, lo único que sentía era un pánico terrible. Sí, yo seguía mi instinto; sí, pensaba que estaba haciendo lo mejor que podía hacer, que estaba tomando la mejor decisión, pero... ¿y si estaba mal? ¿Y si el resultado era contrario a lo que yo pretendía? ¿Y si los niños criados con apego se volvían malcriados... agresivos... dependientes... incapaces de socializar y hacer amigos... de hacer algo sin la presencia de su madre ... de aceptar otros brazos que no sean los míos? ¿Si permitirle dormir conmigo, en mi cama, hacía que nunca más quiera dormir sola?
Algún día conocería los resultados, pero ese día sería, seguramente, demasiado tarde para cambiar el rumbo de las cosas si es que el resultado no era el esperado. Y lo más doloroso es que el experimento estaba siendo realizado sobre nada menos que mi bebé.
Por supuesto seguí, independientemente de tener que librar batallas eternas contra las opiniones, incluso de pediatras y de otras personas con mucha (o no tanta) experiencia, pero diferentes puntos de vista. Seguí porque lo sentía así, porque me parecía correcto desde el amor y desde el respeto que mi hija merecía como ser humano, intentando darle el cobijo, la contención y todo lo que ella necesitara para crecer sana y feliz, valorando su sonrisa y su bienestar diario, intentando desterrar las lágrimas innecesarias, creyendo en sus malestares, despreciando la idea de que los niños manipulan...
Pero mientras tanto, lo único que tenía para comprobar lo correcto de mi decisión era un bebé... un bebé que seguía llorando, demandando, necesitando upa, cuerpo, teta, brazos, dormir juntas, un bebé que no quería brazos de nadie más que de su mamá, que lloraba cada vez que mamá salía a través de la puerta para ir, aunque sea a la cocina, que solo dormía si mamá estaba con ella, que no jugaba con otros niños... un bebé.
Solo que esa bebé empezó a crecer: aprendió a caminar, a comer sola, a jugar sola, a dormir en horarios sin necesitar que mamá quedara a su lado, a dibujar (algo así como dibujar), a leer (o hacer la mímica de leer), a arrastrar su carrito de compras por toda la casa... y una lista interminable de cosas que ella hace sola.
Y este fin de semana pasado aprendió ¡a hacer amigos! Ella suele cobijarse en mí cuando ve por primera vez a alguien, y sobre todo cuando son varias las personas que ella no conoce. Pero esta vez fue diferente. Estábamos todos sentados sobre el césped, tomando mate, mientras los hijos de una pareja amiga corrían de un lugar a otro. La nena tiene tres y el nene, cinco. En lugar de cobijarse, Vicolina salió al encuentro de ambos, se comunicaron en un lenguaje propio, compartieron juguetes y cereales, se abrazaron y se sentaron a comer juntos.
Más tarde ese día fuimos a cenar los tres solos: Vicolina, su papá y yo. Ella comió sola, sentada en su sillita alta. Después de comer comenzó a aburrirse, así que pidió bajar, y se dirigió con total seguridad a otra mesa del restaurante, en donde había varias nenas que le hacían muecas y sonrisas. Y todavía me sorprendo al recordar cómo fue directamente hacia una de ellas y le dio un gran abrazo.
Este post es para mí, porque aunque defendí siempre las mil teorías de la crianza con apego, siempre sufrí el temor de no estar haciendo lo correcto, el temor de toda madre, creo yo. Pero aquí estamos, a los 17 meses... despegando... desapegando... con respeto y sin forzamientos.
¿Estás de acuerdo con la crianza con apego? ¿La practicas? ¿Sentiste en algún momento temor de no estar haciendo lo correcto en el modo de criar a tus hijos?
Hola, sin saberlo empecé a criar con apego... me enteré del nombre cuando mi pequeño tenía casi un año. Frente al montón de contras de vivir lejos de familiares para apoyarse en la crianza , estuvo y está el gran pro q no tengo críticos solo en ocasiones en donde hasta un extraño cree tener la solucion al berrinche, llanto o engreimiento. No se puede evitar q hablen, pero si se puede evitar escuchar. En ese sentido creo q mi lado rebelde se pone en acción y no me hago mayor problema. Lo q importa es mi hijo y como tu, veo por sus maravillosos avances, que lo estoy haciendo bien. Tambien cometo errores y él me los muestra inmediatamente. Yo crio con apego, mi hijo me adora y yo a él, dormimos juntos y tambien separados, el no come si yo no como, no acepta q me aleje pero él si me puede dejar... tiene dos años y tres meses, es engreido, amoroso, super hábil, hablador, sociable e incapaz de un acto violento, no porque no pueda sino porq sabe q no es lo correcto y frente a un acto violento dice no no no no no con expresión seria. Creo q la crianza con apego no solo se adopta o elige, tiene mucho de instinto y de sensibilidad.
ResponderBorrarNo podrías describirlo mejor! me alegra tu testimonio, gracias por compartirlo. Un abrazo!
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