Querido Quien Seas:
Bienvenido a mi vida. Lo digo así, como si no te conociera. En realidad, más que una bienvenida, es un reencuentro. Nos conocimos hace tantos años que ahora me resulta difícil recordar el comienzo, la primera vez, el por qué de nuestra primera conversación.
Significaste mucho en aquél momento. Épocas de crecimiento, confusión, dudas, reflexiones, pensamientos, cuestionamientos internos y a todo lo que me rodeaba, rebeldía. Al escribirlo, automáticamente pienso en mi adolescencia. Sin embargo puedo aplicarlo todo a mi "hoy adulto". ¡Fue hace tanto tiempo! y, sin embargo, todo sigue vigente. El torbellino interior.
Fuiste mi hoja en blanco, mi lápiz, mi almohada, mis murmullos, mis frenos, mis estímulos... mi ¿conciencia?
En algún momento pensé que te había superado, que ya no te necesitaba, que era ya una mujer adulta, que lo sabía todo, que ya no dudaba, que estaba lista para la vida para la que tanto me había preparado. Sin embargo aquí estoy, hablando otra vez con vos, abriendo nuevamente los brazos para dejarte entrar.
Te extrañé. Soñé con vos muchas veces. Nunca dejé de preguntarme por qué te había excluido de mi vida. Quizás era demasiado feliz y te dejé de lado. Quizás creí que no era bueno cuestionar la felicidad, ni analizarla demasiado, que si lo hacía corría riesgo de perderla. O quizás, por el contrario, tenía demasiados conflictos y ni siquiera tenía idea de cómo empezar a plantearlos. Encontrarte siempre me trae todo a la superficie y a veces es demasiado. Las sombras a veces asustan. La conciencia a veces lastima.
Sea como sea, siempre te necesité. Hoy más que nunca.
Bienvenido.
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