Cuentos Para No Dormir
Nunca se había preguntado por qué, simplemente lo hacía. No era una obligación, pero tampoco una decisión, solo parecía ser el curso normal de la vida... o la vida misma.
Cada mañana al despertar se dirigía al teatro, sin saber siquiera cuál sería su papel, como tampoco lo sabía nadie.
Le había tocado jugar de espectador, se había ubicado, según la obra, en todas las filas de butacas. Había visto obras desde la primera fila y otras desde tan lejos que apenas podía divisar los rostros de los actores. También había sido telonero, iluminador, musicalizador y escenógrafo. Alguna que otra vez le habían adjudicado la tarea de limpiar el teatro, ya vacío. En otras oportunidades jugó de crítico o de periodista que cubría el evento.
No faltaron situaciones en las que le dieron un papel sobre el escenario, algunos diálogos cortos, gestos o incluso presencia muda y casi invisible. Se había sorprendido algunas veces al tener que formar parte de un elenco en una obra en que los protagonistas eran personas muy cercanas y queridas.
Esa mañana en particular se levantó, como todos los días, y se dirigió al teatro, sin saber (como nunca sabía) en qué lugar terminaría por ubicarse. Cuando lo vieron llegar todos los que ya estaban, lo miraron y prestaron especial atención, mostrándose extrañamente expectantes. Todos comenzaron a moverse hacia los costados, dejando libre el camino rojo que lo guiaba directamente hacia el escenario.
Ansioso y dubitativo, con paso lento pero firme, fue haciendo desaparecer, uno a uno, los metros que lo separaban de la gran tarima, caminando entre los rostros invisibles de quienes hoy serían espectadores. Subió la corta escalera y, ya en la altura, se encontró con "ella", detrás del telón aun cerrado... ella, que hoy sería quien le pase letra y le de tranquilidad contra los nervios, el temor y el olvido, que hoy sería la expresión amorosa y el gesto contenedor en medio del vacío.
Espió entre las cortinas y vio ubicados, en la primera fila, a los miembros de su familia y a sus amigos más íntimos. Ya no quedaban dudas: hoy sería él, el protagonista. Pensó, dudó, temió, pero por fin se armó de fuerzas y valentía, alzó su frente y se entregó por completo a la obra, a la historia de su vida. Las luces casi lo enceguecían, ocultaban al público que solo dejaba entrever suspiros, leves murmullos y algunas sombras que se movían.
La ceguera exterior lo llevó a adentrarse más en su papel, lo encarnó perfectamente, vibró con él. Y luego de recorrer las tablas con su actuación, cayó el telón... y llovieron lágrimas, aplausos y sonrisas.
Se encendieron las luces e iluminaron al público, que aplaudía de pie. Con los ojos mojados y el pecho hinchado de emoción divisó un cartel: "¡Felicidades Profesor!". La meta estaba cumplida.
Hay veces en la vida en que nos toca ser protagonistas, contar una historia, cumplir un sueño, una meta. En esos momentos podemos mirar con satisfacción a quienes nos acompañaron en ese momento y a lo largo de todo el camino. Este cuento se lo dedico a una persona que quiero mucho y que lleva muchos años en mi familia, una persona que el viernes pasado fue protagonista, cumplió su meta y su sueño de alcanzar el título por el que tanto había trabajado.
¡Felicidades Jail! ¡Que este sea el primero de muchos éxitos más!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Espero tu comentario!